
Aquella tarde, frente a unos vinos, fui desgranando mi vida. Mi colega, divertido, inquirió:
-Joder tío. Al final va a resultar que, a la chita callando, has sido un rompecorazones.
Sonreí. Fue una sonrisa melancólica. Y no dije nada. Y pensé en la trascendencia que tiene el plural en las palabras. El matiz. Porque lo correcto hubiera sido decir:
«Al final, va a resultar que has sido un rompecorazón.»
Sí, un único corazón.
El mío.