
Nacido el 4 de julio fue una película del año 1989 dirigida por Oliver Stone y protagonizada por Tom Cruise. Stone se llevó el Óscar.
Yo también nací (de nuevo) un 4 de julio. O renací. O morí y resucité, como proclama el himno de Enrique Urquijo.
Fue algo doloroso. Era necesario; pero hizo falta salir de un prolongado estado de letargo, de hibernación. Y eso, hazme caso, duele.
Fui consciente de esta nueva etapa ese sábado 4 de julio. Cuando la puerta se cerró, de un modo atronadoramente suave y vacío, y el silencio se apoderó inmediatamente de la casa.
Me senté en los primeros peldaños de la escalera que lleva a la segunda planta, los brazos cruzados y apoyados sobre las rodillas.
Catarsis.
Lloré y volví a llorar. Luego lloré otra vez. Cuando ya no quedó llanto, me invadió una extraña sensación de quietud. Casi de paz.
Y mi mente volvió a reiniciarse, tras unas largas semanas procesando a toda velocidad, queriendo asumir situaciones y escenas que se habían solapado sin tregua, que habían desafiado casi mi propia cordura, en una caída a tumba abierta.
Y, sentado en tales peldaños, pensé en cómo mis dos lunas, Alegría y Serenidad, continuarían orbitando en torno a mi planeta tras el cataclismo. En cuál sería el modo de reinventarme. En qué camino debería seguir para sembrar ese erial y transformarlo en un campo verde y fértil. En si, en un Universo paralelo, todo hubiera sido igual.
Transcurrió así la tarde, sin moverme de la escalera, noqueado, mientras las sombras se alargaban y yo intentaba salir sin mucho éxito de ese letargo.
Hasta que llegó Maslow y su pirámide.
Y me di cuenta de que sí, en efecto. Tenía miles de preguntas que hacerme, a cuál más difícil de encarar. Debería explorar los recovecos de mi alma para encontrar un sentido a todo.
Y todo el rollo.
Pero era evidente que lo que de verdad necesitaba con urgencia era una buena ducha, un bocadillo de lo que fuera, y deshacerme del centenar de botes de cristal que habían estado esperando durante años y años su oportunidad para contener confitura de membrillo, o algo así, sin ningún éxito.
Jodido Maslow.