Diez breves relatos de (des)amor y sus bandas sonoras.
Segundo relato

Voy a pensar en ti,
a no olvidar tu nombre.
Creo que me perdí,
no sé por qué ni dónde.
Tengo nubes en los ojos;
en los recuerdos, humo.
Tengo los pies rotos
y en la garganta un nudo.
Cúrame viento,
ven a mí
y llévame lejos.
Cúrame tiempo,
pasa para mí,
sálvalos a ellos, sálvalos a ellos.
No me despedí
y lo siento,
No me dio tiempo a decir
lo mucho que te quiero.
Cúrame viento,
ven a mí
y llévame lejos.
Cúrame tiempo,
pasa para mí,
sálvalos a ellos, sálvalos a ellos.
Morgan, Sargento de Hierro.
Ese final de verano fue, seguramente, el más especial que he vivido. El aroma a vendimia y a mosto se mezclaba con el olor a tierra mojada que dejaba, como rastro, algún chaparrón destilando otoño, y los anocheceres eran frescos y bellos.
Recuerdo que, cuando caía la tarde, me asomaba por la ventana de la oficina y ahí estaba ella, junto a los ventanales del café de enfrente. La chica de gesto dulce y pocas palabras, la chica de ayer de la canción, según pensaba yo, medio en broma, medio en serio.
Fueron tardes de pizza y paseo, con las farolas de la calle reflejadas en el asfalto mojado. Y anocheceres en aquel disco-bar añorado con nombre de juguete, sentados en sendas butacas que parecían de director de cine, discretamente apartadas del bullicio; los rostros tan cercanos que yo solo podía contemplar su mirada serena, mientras los silencios se imponían a las palabras sin que nos importara lo más mínimo.
Esos silencios hablaban.
Luego la acompañaba a su casa, así, con la canción de Enrique Urquijo de banda sonora: «por todo el camino / de mi barrio a tu barrio / cómo convencerte / venía pensando…»
Y la convencí. O ella me convenció a mí, lo mismo da.
Después, los años fueron pasando. Años compartidos, con sus momentos mágicos, sus alegrías y sus pequeñas tragedias. Con sus milagros mundanos. Con nuestro singular microcosmos de idas y venidas.
Pero algo salió mal.
No lo vimos venir.
Llegó gota a gota, como un grifo que no cierra bien. Con el tiempo, el goteo de reproches se transformó en un hilillo constante, y fue paulatinamente tomando fuerza. Finalmente, una riada de incomprensión se nos llevó por delante, sin ofrecernos una nueva oportunidad para asirnos el uno al otro y aguantar la corriente.
Y, de nuevo, los silencios. Silencios densos.
Esos silencios ya no hablaban.
Y por si fuera poco, aquel mítico disco-bar con nombre de juguete hacía mucho que había cerrado sus puertas, con nuestras butacas arrinconadas, quizá, en alguna esquina, cubiertas de polvo y olvido.
Banda sonora / Spotify: https://open.spotify.com/track/4OFQDadXSqohGUaetSxUlc?si=988302681199402d
Banda sonora / Youtube: https://youtu.be/cx5h4QUhG58